LA EDUCACIÓN COMO UN PROCESO DE APRENDIZAJE
Una vida dedicada
radical y automáticamente a la verdad no es posible en la universidad. Y en
particular, algo que fuera auténtica mente innovador no podría tener aquí en su
punto de partida.
Quiero primero ubicar
las reflexiones en la historia reciente de la universidad colombiana. La
tipología que quiero proponer bien pudiera haber comenzado cuando las
universidades colombianas, pocas en ese momento, con la ayuda de las nuevas, la
del Valle, la Nacional de Manizales, la Universidad Industrial de Santander,
acogen como su proyecto el proceso de modernización sobre la base del
desarrollo de la ciencia, la técnica y la tecnología como las claves para la
industrialización del país.
Es por ello por lo que
una universidad que busque su ETHOS tiene que construir las redes y tejidos que
le hagan reconocer su pertenecía a esta sociedad concreta la que resuena en
todos los discursos sobre UNIVERSIDAD Y SOCIEDAD.
Las expectativas con respecto a la evolución de la educación
superior parecen responder a un modelo único de universidad fruto de la
modernidad ilustrada la que encarga aquella idea de universidad que quisiéramos
sobreviviera a todas las crisis; la que nos promete la ciencia y a la
globalización. ¿Y por qué una universidad moderna no puede darnos en el campo de
la educación moral, científica, cultural y política la clave para solucionar
todos los problemas relacionados con la sociedad civil? Así que muchos pensaron que solo faltaba con
modernizar nuestras universidades según el modelo de universidad liberal.
En efecto la novena
edición de la ENCICLOPEDIA BRITANICA
recoge casi por última vez las pretensiones de la modernidad y de la
Ilustración de poder encontrar en la razón la única forma posible de conocimiento verdadero y de
dominio técnico de la naturaleza, al mismo
tiempo que la de comprensión y
organización política y moral de la sociedad y de la historia.
Estas tres versiones
antagónicas enciclopedia genealogía y tradición acerca de la concepción de la
vida, la sociedad y la verdad, están presentes en la universidad contemporánea, y, en la medida en que ella no
pueda dar razón de esta situación, seguirá en crisis. La relación fallida entre
distintos tipos y tradiciones de investigación filosófica y científica no se
debe solo a la presencia de múltiples especializaciones; la causa se hunde más
en la raíz y por ello se requiere un planteamiento más radical con respecto a
la comunicación, que es la manera de actuar propia de la universidad.
¿Qué respuesta deberían
dar las universidades actuales? Sin dejarse presionar solo por las urgencias de
la modernización tendrían que reconstruir su tradición y, de acuerdo con ella,
ser sitios en los que se discuten y elaboran concepciones y criterios de la justificación
racional, de manera que la sociedad civil aprenda de la universidad como
conducir razonable y dialogal mente sus propios debates prácticos o teóricos.
La pregunta es si los sistemas
universitarios están preparados para esto, o si más bien no lo están; todas las
reformas tienden a que esto no sea así, es de cir, a reglamentar de tal forma la ciencia, la tecnología y la
cultura, sus modalidades de investigación, sus criterios de acreditación, que
los críticos de esta concepción modernizante genealogistas o neo aristotélicos
no encuentren lugar allí.
Se ha llegado a tal
grado de consenso en el ámbito de las ciencias naturales y en su sentido
de aplicabilidad, que no pocas veces se
olvidan los asuntos de fondo. También en las humanidades, en las ciencias
sociales, en el derecho y en general en la cultura puede irse imponiendo el
mismo paradigma analítico.
Quizá termine por
convencer esta idea de universidad si consideramos lo que está en juego y sobre
lo que no hay acuerdo: son los temas de
la verdad y del ser, las concepciones incompatibles del yo, de su lugar dentro
de las comunidades, de su identidad y
responsabilidad, de su modo de actuar, y
las narraciones rivales sobre los bienes humanos y la manera de ordenarlos en
la sociedad civil.
Todo esto,
naturalmente, llevaría a la existencia de “ una serie de universidades rivales,
cada una modelada según su mejor predecesora propia, aunque perfeccionándola”:
la versión contemporánea de la ilustrada o la santanderista, la tomista quizás
como la parís de 1272, la genealogista como la de parís 1968, la sociedad civil
se “ vería confrontada con las pretensiones de universidades rivales, cada una
de ellas proponiendo sus propias investigaciones en sus propios términos, y
obteniendo cada una el tipo y el
florecimiento de sus investigaciones.
El ETHOS de la universidad
es el de la identidad de cada comunidad académica con sus tradiciones e ideales y, a la vez, su apertura a otras comunidades, el reconocimiento de la
diferencia y la actitud crítica para buscar en el dialogo la verdad, lo
correcto y lo auténtico. En esta búsqueda, los mínimos éticos de la convivencia
ciudadana son lo primordial.
Quien se ocupe hoy de
la educación en valores, lo primero que constata es que los jóvenes se mueven
más en la dimensión estética que en la
racionalidad iluminista.
El ETHOS de la
universidad es la comunicación, tanto en si interior como en la relación con la
sociedad civil.
La comunicación
conforma una universidad critica, abierta a los problemas del entorno, comprometida con la comunidad.
La educación en valores comienza por
asumir como valor fundamental de
la convivencia el dialogo, que deja de
ser mero medio pedagógico para convertirse en forma de participación y en
propedéutica de apropiación de la
gramática de lo político.
NOMBRE: Claudia Cecilia García Mendoza
CÓDIGO: 084551632014
REGENCIA DE FARMACIA
SEMESTRE : I
GRUPO: I
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